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La tragedia de no tener nada
Jorge Paredes Romero
Periodista y Humanista peruano

Hace años recuerdo (2002), salía a las calles a entrevistar a la gente de
barrios humildes del cono norte de Lima, algunas veces fui con mis hijos y
compartí alimentos con esas personas, algo que compraba por allí o que llevaba
en taper para compartirlo, pero era cosa de un día, luego retornaba a casa y me
quedaba siempre el amargo sabor que más tarde, por la noche, esta gente no
tendría que comer, que pasaría frío y de seguro hasta sería maltratada.
Esta gente me contaba sobre la tragedia de ser miserable, la pobreza quedaba
empequeñecida frente a la miseria, al no tener trabajo, no haberse educado, no
tener una vivienda y lo que es peor, ver como otros tenían a pocos metros
residencias construidas de la noche a la mañana, con el fruto del robo de su
“carguito” en la municipalidad o de haber estado unos años en la política o
simplemente ser familia del alcalde o el regidor y esta gente que ve cómo de
pronto estos privilegiados cambiaron de modo de vivir,
solo por esa familiaridad o la suerte de haber tenido un carguito en la
municipalidad y es lo que le permitió establecer la diferencia.
He conocido esos caminos, recuerdo los años 80, cuando vivía en casas
alquiladas, en algún garaje que alguien me brindaba o después en un par de
habitaciones que mi esposa arreglaba y le daba alegría, con cortinas y floreros,
pero era complicado tener que pedir permiso para tender ropa en alguna azotea,
ya que nosotros apenas teníamos acceso a un pasadizo, donde ni daba el sol.
Conforme pasaban los años fuimos ahorrando, hasta poder comprar un pequeño
terreno y allí construir la casita que ahora tenemos y nos permite poder brindar
a alguien unas habitaciones, pero con respeto y consideración, porque pasamos
por ello y sabemos lo que se sufre, entonces damos facilidades y les
comprendemos.
Pero conversar con la gente que vive en la miseria, nos lleva a escuchar el
resentimiento por la falta de oportunidades, ellos simplemente dicen “no tuvimos
la suerte” de tener padres ricos o que sus mayores hayan tenido acceso a un
trabajo y ahora simplemente siguen recibiendo cada mañana en un balde que era de
pinturas, pues un poco de avena o leche de los programas sociales o al mediodía
acceder a un menú preparado por mujeres del barrio, con lo que buenamente
pudieron echarle a las ollas gigantescas del comedor popular, en donde por unas
monedas pueden acceder a un almuerzo o comprar algo más para la cena.
Pero allí también hay diferencias, ya que muchos, quizá no todos los dirigentes
de esos programas, terminan siendo los nuevos ricos, construyen buenas casas, y
de pronto una cuatro por cuatro estaciona en la puerta de esa familia, en donde
justamente ese grupo familiar se apoderó de los cargos y son ellos los que al
final terminan administrando grandes restaurantes populares, en donde venden
comida a la carta y solo ellos van
rotando en los cargos año tras año (no todos, ese es otro problema), mientras
tanto la miseria atrapa a familias enteras, privándoles desde la salud y van
creciendo esos niños con enfermedades crónicas, dolencias que termina matándoles
en la juventud o sencillamente conviviendo con los fármacos de por vida
.
Muchos niños no acceden a la educación superior, a duras penas terminaron la
secundaria en el colegio nacional, luego de ello irán a trabajar de peones con
algún maestro en construcción o ayudando a los abuelos en la recolección para la
cachina, en triciclos que recorren las calles acumulando bicicletas viejas y
artefactos viejos que van siendo vendidos por unas monedas, para comprar el pan
que servirá de engaño en la noche,
con una sopita de fideos, de aquellas que venden en sobre de un sol, con
glutamato monosódico (ajinomoto), que les llevará irremediablemente al cáncer y
la diabetes o por deficiencias nutricionales a la tuberculosis, anemia y muerte
por inanición. Sin cosas que conozco muy de cerca
Hemos visto a mucha gente morir en la miseria, los hemos visto llorar día a día,
alguna vez quizá compartimos un poco de comida con ellos, mientras podíamos,
otras veces de lejos solo les veíamos desfallecer o pasar por la casa con una
bolsa de pan o vegetales que alguien les alcanzó de buena fe. Nosotros no hemos
pasado esas privaciones, quizá otras si, pero un pan nunca nos faltó. Nuestra
casita es humilde pero ordenada y muchos creen tenemos dinero, lo sé, hasta
rinden informes cómo que es así, no importa... simplemente se equivocaron, pero
no vamos a estar desmintiendo lo que otros erróneamente creyeron, no importa,
allá los que creen, es solo orden y limpieza, y no gastar en lo superfluo.
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Hemos visto algunos vecinos que caritativamente en las mañanas les alcanzan un
poco de avena, con unos panes y algo de tortilla, pero no todos los días y
entonces es cuando a uno se le parte el alma, de saber que hay otros que llevan
a la mesa familiar manjares con el producto del robo, de la droga o simplemente
del delito que jamás recibe castigo, porque tienen de compadres a la mala
policía, la que también engorda gracias a la coima y a la cerveza invitada luego
de una repartija. Nos basta tomar una taza de café con leche, dos panes, unas
aceitunas y listo, no todos los días se puede pero nos basta.
Da rabia ver a esos políticos, que cada cierto tiempo mienten, engañan y se
desgañitan, prometiendo el oro y el moro, con tal de conseguir el voto del que
aun tiene esperanzas. La vida me ha encargado ver tanta miseria, tanto dolor en
personas enfermas, en hogares de muchos hijos y en las madres tempranas, que
terminan siendo niñas que juegan con el cochecito de sus hijos y jovencitos que
terminan cachueleando con la mototaxi, para reunir unos pocos soles para
mantener a la temprana y precaria familia.
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Recuerdo siempre aquel jovencito que apenas termina la secundaria y muere luego
de chocar con la mototaxi que sus padres le compraron, creyendo así ayudarle
para sostener a la pareja también escolar, que ya esperaba una criatura. Pude
verlo un día en casa, era compañero de estudios de mis hijos y a los pocos días
era cadáver, me invadió la pena de muchas maneras, creo es algo que jamás podré
olvidar. Compartimos lo poco que tenemos, mi esposa es caritativa, ahorrativa y
ordenada, por eso muchos creen tenemos dinero, sobre todos aquellos que se
engañan ante una mirada superficial.
¿Pero qué puede hacer una familia de 4 miembros con 930 soles mensuales? a lo
que tienen que descontarle de la AFP y luego de EsSalud, sus pasajes, lo que
gasta en el refrigerio, termina quedándole apenas 450 soles, algo más de cien
dólares, y es lo que llevará a casa a fin de mes ¿Se imaginan? Acaso podrá esa
familia alimentar a sus dos hijos de buena manera? Podrán darle buenos estudios?
Pensarán en estudios superiores? Porque esos 930 son eternos siempre será así,
siempre el salario mínimo y hay casos peores, en los que no tienen acceso ni a
esos pocos soles. Peor otros con 470 soles de una pensión... y si fallece a la
viuda le darán 235 soles, como gran cosa... a veces ni eso le dan...
Acaso podrán pensar esos jóvenes en tener casa propia o en disponer de un
vehículo? Pero si el de mas allá, el que está en la planilla del regidor tal o
del otro que es alcalde o como ya les dije antes, es familia de un privilegiado
asesor o seguridad de un político. También ellos viven en los barrios, pero son
los que tienen marcadas diferencias con los otros, con los desposeídos, pero en
general he podido ver que la pobreza es uno de los
mayores enemigos de la población peruana, podríamos decir que la esperanza de
vida es 74 años pero la pobreza tiene atrapada a por lo menos el 65% de la
población peruana, apenas habría un 5% que tiene una vida digna un 30% está en
una situación llamada clase media que no viene a ser sino los que de un modo u
otro han logrado asegurarse un trabajo, un ingreso, estudios, es ese 65% que
aparte tiene un 30% en miseria y un 12% que está en situación desesperante.
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Estos márgenes son penosos, yo he visto cosas similares, de modo que me consta
que es así, lo he visto varias veces...
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www.peruesmas.com
Jorge Paredes Romero
Periodista y Humanista peruano
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