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Los
mataperros
Una consulta reciente que me hicieron sobre a quienes, años antes,
les llamaban mataperros, trajo a mi memoria mis años de mataperro y
que hace varios años escribí sobre esa especie de estampa limeña de
una Lima que ya se fue. La tecnología acabó con los mataperros.
En los últimos años se ha tergiversado el término "mataperro" y como
ejemplo de ello tenemos que cuando en mayo del 2008, en una
demostración de abuso, matonería y salvajismo, que mereció el
repudio general de la población peruana, un congresista de la
República del Perú asesinó a balazos a un indefenso perro de raza
pequeña, algunos medios de prensa, mal informados, lo llamaron como
"mataperro". Si muy bien, en aquella oportunidad, las leyes
peruanas, y la inmunidad parlamentaria, lo salvaron de recibir un
castigo ejemplar, dicho acto de salvajismo debe alertar a la
población para que sepa elegir a sus representantes porque en esa
oportunidad se trató de un perro pero mañana más tarde pueda ser que
sea un ser humano el blanco de las balas de algún energúmeno que
después camine libre por las calles como si nada hubiese pasado. De
haber ocurrido ello en un país desarrollado, no sólo lo hubiesen
expulsado del parlamento sino que ya estaría purgando condena en la
cárcel por crueldad hacia los animales.
Mal llamado "mataperro", todo junto, cuando debió señalársele como
"mata perro", no creo que el congresista aquel haya sido un
verdadero "mataperro", durante su niñez, adolescencia o juventud, ya
que los mataperros no eran abusivos, habiendo llegado a formar parte
de los personajes que identificaban a la Lima de hace muchos años.
El mataperro era el niño o adolescente callejero, ingenioso, pícaro,
travieso, vivo y siempre listo para enfrascarse en una pelea, ya sea
defendiendo algo justo o tan sólo para que no le tilden de cobarde;
de otro modo se convertía en el blanco de las bromas de los
muchachos del barrio o del colegio. Pero, abusivo, no lo era.
Si pudiésemos ver, como en una película, la vida de tantos
profesionales u otros personajes de cuando eran niños, nos
sorprenderíamos de ver como esa persona calmada, sensata y educada
fue en un tiempo un dolor de cabeza, tanto para su familia como para
su barrio o colegio, por lo mataperro que era.
Según el poeta José Gálvez (Una Lima que se va, Lima 1921), que
también fue un mataperro, el personaje aquel de antaño no sólo
estaba dispuesto a temerarias travesuras, sino también a verdaderas
hazañas, habiendo sido mataperros los primeros imberbes que se
alistaron en las filas de los patriotas, peleando en la guerra de la
Independencia y en la del Pacífico. Es que el afán aventurero del
mataperro, sumado al amor por la patria y a luchar por lo que
consideraba justo, hizo que muchos de ellos dejaran su vida en el
campo de batalla defendiendo el honor propio y el de la patria.
El ingenio de los mataperros fue hecho notar por la revista
Variedades en su edición No. 363 del 13 de febrero de 1915, donde
publicó un reportaje de cuatro páginas sobre el nuevo balneario de
Lima que era frecuentado por los mataperros barrioaltinos. La
agudeza de los mataperros hizo que crearan su propio balneario en la
zona de Martinete. "Más allá del Puente Balta, más allá de los
muladares limeños que a la vera del río ostentan su ingente
desperdiciada riqueza y su estética apostura, hay un lugar risueño,
casi paradisíaco, donde el agua encajonada de este sonoro Rímac, se
hace -cosa extraña- tranquila y profunda. Allí se ha improvisado un
balneario admirable y libre tal como seguramente lo concibieran Adán
y su amante compañera", relataría Variedades sobre el balneario de
Martinete.
Variedades señala que al frente, paralelo al balneario, se perfilaba
la silvestre arboleda y el paisaje sin complicaciones selváticas
tenía, para regalo de las miradas, la claridad veraniega de un cielo
azul, el límite ondulante de modestos cerros y más allá la línea
imprecisa que iba hasta el horizonte y se perdía indefinida. Los
reporteros de Variedades se quedaron impresionados con el lugar,
convertido en balneario por los mataperros barrioaltinos, y es que
por esos años el agua del río Rímac era clara y limpia que hasta
peces y camarones tenía ya que no estaba contaminada.
Cabe mencionar que cuando se cambió la nomenclatura de las calles de
Lima, la calle Martinete era lo que es la actual segunda parte de la
cuadra 5 del Jr. Amazonas, entre el Jr. Huanta y el Jr. Huánuco. Al
final de Martinete estaba una de la Portadas de Lima, la Portada de
Martinete. El crecimiento demográfico de Lima obligó a que se
derrumbaran las portadas y muralla que tenía la ciudad de Lima, con
lo que el actual Jr. Amazonas se prolongó más allá del cruce con el
Jr. Huánuco. La zona comprendida por aquella prolongación se conoce
también como Martinete y allí quedaba el "Balneario de Martinete"
que fue mencionado por Variedades. Con el correr de los años,
Martinete continúo siendo el lugar preferido de muchos barrioaltinos
para irse a dar un baño y solearse en el verano. La contaminación
del río hablador hizo que esa vieja costumbre barrioaltina quede
solamente en el recuerdo de algunos y las páginas de revistas o
periódicos antiguos.
Dependiendo del barrio y el colegio, algunos eran más mataperros que
otros. Recuerdo que cuando estaba en la primaria, por estudiar en un
colegio religioso, era tranquilo dentro del colegio pero fuera del
mismo era muy callejero y travieso. Las malas lenguas de mi antiguo
barrio, y las buenas también, solían decir que yo era un mataperro...
sus razones habrán tenido para decirlo.
La secundaria era un verdadero reto para los mataperros porque allí
se encontraban con mataperros de otros barrios y si no había
entendimiento o amistad, las peleas a la salida del colegio
abundaban. "Te la corto pa' la salida" solía escucharse a diario y
ello significaba que iba a haber una pelea a la salida del colegio.
Ello era una especie de espectáculo gratuito para los demás
escolares ya que todo el colegio, menos los profesores, se enteraba
de la pelea que se iba a llevar a cabo al término de las clases. Los
protagonistas de la pelea acordaban un punto donde encontrarse a la
salida del colegio y al llegar la hora indicada una cantidad grande
de escolares marchaba hacia el lugar donde se iba a desarrollar la
pelea y formando un círculo dibujaba el "ring" para los
combatientes. Nadie lanzaba un golpe antes de llegar al lugar
elegido para la pelea y ello era una especie de pacto de caballeros.
¿Qué mataperro no se habrá hecho la vaca?... No entrar al colegio
para irse a otro lado con los compañeros de clase lo ha
experimentado tanto el mataperro como los que no lo eran. Recuerdo
que en la secundaria, cuando un día los profesores programaron hacer
huelga, todo mi salón de clase, incluido los más tranquilos, decidió
"apoyar" la huelga así que no entramos al colegio y nos fuimos,
todos, a las afueras del Estadio Nacional a jugar fulbito. Ese lugar
paraba lleno de "vaqueros" y "vaqueras", aunque a las "vaqueras" les
gustaba más ir a la playa así que, a veces, nos íbamos para allá en
busca de aventura. Hacerse la vaca era una verdadera mataperreada
así que el mataperro no podía dejar mal su nombre... es lo que uno
pensaba por ese tiempo.
Mi carácter de mataperro hizo que me viera envuelto en muchas peleas
durante la secundaria, pero era porque me provocaban o no faltaba
alguno que abusando de su tamaño quería pegarle a los más pequeños,
de edad y tamaño, y yo era uno de ellos. Bullying le llaman ahora y
años antes ello era parado retando al abusador a una pelea a la
salida del colegio. El resultado de la pelea no importaba porque,
por respeto al contrincante, el bullying ya no continuaba.
Los mataperros no conocieron de redes sociales de la internet ni
mensajes de texto de celulares para ponerse de acuerdo con los
amigos. Ellos tenían una manera característica de llamarse para
salir a mataperrear, y era a través del silbido. Cada barrio tenía
un silbido que era usado por los mataperros para hacer notar su
presencia y avisar a los demás que era hora de jugar, ir al cine o,
simplemente, conversar con los amigos. El decimista y compositor
barrioaltino Germán Súnico Bazán, quien me contó que también fue
mataperro, menciona algo sobre ello en los versos de su vals "Barrio
mío", dedicado a los Barrios Altos: "Cada cuadra un silbido / cuyo
eco aún resuena en cada rincón..."
En mi antiguo barrio, el Tigre, nos llamábamos con un silbido que
nuestros padres ya conocían porque cuando lo escuchaban, antes que
uno haya puesto el pie en la puerta, nos advertían que no lleguemos
tarde a casa. Con ese silbido pasábamos la voz a los demás muchachos
y no necesitábamos tocar sus puertas ni llamarlos por sus nombres o
"chapas" porque todos reconocían el silbido aquel.
Mis hermanos también eran medio mataperros y como todo mataperro
gustaban de hacer muchas bromas sacando a flote el ingenio y
picardía de las cuales gozaban. En la quinta de los Barrios Altos
donde nací, mis padres tenían un cuarto al fondo de la quinta donde
dormíamos los cuatro hermanos hombres.
Desde que tuve uso de razón conocí a ese cuarto con el sobrenombre
de "La Venganza". Nunca nadie pudo saber el origen de ese
sobrenombre, pero "La Venganza" se hizo de fama en mi antiguo
barrio, tanto por su nombre peculiar como también por el hecho que
mis hermanos se encargaron de tejer y crear cuentos y leyendas en
torno a nuestro cuarto. Las chicas de nuestro barrio escuchaban
entusiasmadas las historias que mis hermanos contaban sobre "La
Venganza", y mis amigos, junto a mis hermanas, se encargaban de
realzar más esas historias despertando aún más el deseo y entusiasmo
en las chicas por conocer la famosa Venganza. "La Venganza es
dulce", al menos nuestro cuarto era el único tipo de venganza que si
era dulce, es lo que mis hermanos siempre decían (yo soy el benjamín
de la familia y por ello inocente de culpa o travesura)... pero todo
ello era solamente broma sana, broma de mataperros.
Para los amantes de la historia de la cumbia peruana, o "chicha"
como también la llamaban, les doy el dato que en "La Venganza"
hicieron sus pininos los del grupo musical "Los Zíngaros". Allí
ensayaban cuando recién se formaron, y lo hicieron por buen tiempo.
Mi hermano mayor tocaba la guitarra pero después pasó a ser el
cantante del grupo. Llegaron a grabar varios discos estando algunas
de esas grabaciones subidas a youtube, así que "La Venganza" no sólo
albergó mataperros sino que también jugó un papel en la historia de
la cumbia peruana.
Muchas de nuestras glorias del criollismo fueron mataperros.
Recuerdo haber leído que Oscar Avilés mencionó en una oportunidad
que de niño fue un mataperro. Los de la Palizada también fueron
grandes mataperros y muchas de sus mataperreadas han quedado
registradas en sendas crónicas criollas. El gran Nicomedes Santa
Cruz, en una de sus décimas, dice: "(...) y por ser tan mataperro /
a cocachos aprendí". Nuestro gran tradicionista Ricardo Palma
también fue un mataperro. Tal vez, si no hubiese sido por el
espíritu de mataperro de muchos de ellos, nos hubiésemos perdido de
muchas historias y composiciones hermosas que hoy disfrutamos.
El pasar de los años tergiversó el concepto del mataperro y lo que
hoy en día existe son palomillas faltosos, pandilleros y
delincuentes juveniles que, lamentablemente, ocupan constantemente
la portada de los diarios de Lima.
Con el pasar de los años, cuando rememoro mis épocas de mataperro,
sonrío conmigo mismo porque quienes me conocen ahora dicen que soy
demasiado tranquilo, pacífico y que tengo mucha paciencia.
Simplemente, respondo que lo que pueda ser o conocer ahora se lo
debo a que fui un mataperro que vio, recorrió y vivió mucho durante
su niñez y adolescencia... elo me nutrió de las costumbres,
tradiciones e historia de las calles barriolatinas, también de su
gente, y me enseñó a querer aún más a mi barrio.
La tecnología acabó con el mataperro de antes, ello queda solamente
en la memoria de quienes algún tiempo, de niños o adolescentes,
fueron mataperros y en algunas crónicas que se escribieron al
respecto. Todo en la vida evoluciona, cambia, sin embargo, lo
travieso no me lo ha quitado nadie, ni el tiempo... aunque mis
travesuras son sanas y gustan, es lo que me han dicho.
Dario Mejia
Melbourne, Australia
Nota
Foto publicada en la Revista Variedades No. 363, del 13 de febrero
de 1915.

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