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Página del Valle de TamboProvincia de Islay, MollendoValle de Tambo, Islay, Mollendo, Perú, Arequipa, Cocachacra, La Punta de Bombón, La Curva |
La parroquia del valle
Trabajo e imágenes enviadas por el Sr. Guillermo Díaz
Merced a la equilibrada conducción del Ing. geólogo Mario Arenas Figueroa, el pueblo de Cocachacra se aproxima —en consonancia a una investigación acertadamente orquestada, con todos los estudios del caso— al encuentro de un principio que sentaría más su real identidad.
¿Cómo nacen las ciudades? ¿Del fabuloso arrojo de un caudillo, como José Arcadio Buendía, para conquistar un territorio hechicero y confortable? ¿De la necesidad de resguardo, siempre cerca del correr de las aguas? ¿Cómo simple resultado de la evolución humana, entre la avventura nómada hacia la conversión sedentaria? ¿Existe otro factor que puede hacer posible ese prodigio una realidad, escapando a toda planeada lógica de organización y crecimiento? Pues en lo que respecta a Cocachacra, sí.
En las ciudades
vivimos, nos desarrollamos y con el tiempo las llegamos a querer.
Nuestra identidad conversa junto a una plaza, una villa, un río, una
parroquia; y es precisamente de ésta última de donde emprende su
formación Cocachacra. La antiguamente nombrada «Parroquia de Nuestra
Señora de la Asunción del Valle de Tambo», luego conocida por
vicisitudes de orden popular simplemente como la «Parroquia de
Tambo», fue el punto de origen para que los pocos agricultores del
valle, que cultivaban sus sembríos de forma dispersa, se agrupen a
su alrededor. De esa asociación casi simbiótica se gestó el pueblo
de Cocachacra. Sin datos precisos que nos conecten con nuestro pasado es difícil que formulemos la idiosincrasia que nos atañe bajo sólidos cimientos. Para ello, es obligación que la gente competente entregue su vida para que el resto de mortales se encuentren con lo que heredan, para que los hagan conscientes de la singularidad que abrazan y empiecen a apreciarla. A falta de los primeros siempre surgen piezas inesperadas que remachan huecos y tejen con redoblada estimación el hilo de la historia, como es el caso del ingeniero geólogo Mario Arenas Figueroa.
Por el inveterado
amor a su región Arenas desde siempre cultivó una profunda relación
con todo lo que personificaba su propio patrimonio. Se hizo geólogo
quizá para asumir una mayor responsabilidad con la tierra, con su
pueblo, Cocachacra. Él, además de investigar los más primigenios
indicios de la formación de su ciudad natal, acertando con
destacables hallazgos, entre los que por encima de todos sobresale
el día del nacimiento de su pueblo, también ha hecho un sustantivo
aporte sobre el Deán Juan Gualberto Valdivia, nacido también en
Cocachacra, que en palabras del Dr. Eusebio Quiroz Paz Soldán, es
uno de los mejores trabajos publicados sobre el prominente tribuno.
La ciudad se festeja el 15 de agosto, a falta de partida de nacimiento. Bajo una intrincada y sesuda expedición a los pergaminos del acontecer colonial, transitando por archivos republicanos, uniendo documentos y parchando cabos sueltos, poco a poco se ha ido confeccionando la partida de nacimiento de Cocachacra; demostrando sin lugar a dudas que su comienzo surgió a partir de la edificación del afamado templo de Tambo, su armoniosa y original iglesia, el 12 de noviembre de 1740.
La tesis del
ingeniero Arenas, clara y concisa, plantea la celebración de su
onomástico en correspondencia con la creación de su iglesia, pues
ésta, como primera piedra importante del valle no sólo fue el punto
de inicio que dio origen al pueblo de Cocachacra, sino que también
cumplió un papel trascendental de desarrollo económico, como
portentosa efigie que guió, guía y guiará el andar del pueblo que se
asienta a su rededor.
DILEMAS Las muchas vueltas que hace dar el tiempo han hecho que hoy el antes esplendoroso pueblo de Cocachacra, que se dedicó desde su denominación como tal al cultivo de la coca, pasando por la caña de azúcar y llegando hasta la producción de alcohol, hoy ha perdido protagonismo en el panorama económico de la región, subordinándose primero al curato religioso de Islay, bajo su jurisdicción política más tarde, y perdiendo además supremacía frente al auge del puerto de Mollendo. A los aportes de las investigaciones, como sucede con toda empresa que da señales de progreso, el disenso se le ha postrado enfrente y a ratos de perfil, enarbolado por los desentendidos, aquellos que aún no han tenido la oportunidad de revisar los numerosos trabajos, acuciosamente documentados, que Arenas ya ha publicado. Es labor del municipio de turno de la jurisdicción de Cocachacra atender sus hallazgos y determinar una inscripción que concuerde con lo que en la antedata ocurrió |
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