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Paternidad responsable
Jorge Paredes Romero
Periodista y Humanista peruano
Cada día que pasa, es el premio de la espera, porque cuando lleguemos a la
quietud de la bahía, tendremos el lugar preciso para hacer memoria de todo lo
que me sucedió en estos 30 años en Lima.
Ciertamente, quien pretende ser crítico de los demás, tiene que, primero hacerse
una autocrítica, por ello es que al hacer un mea culpa de mi vida es que
recuerdo aún las travesuras de niño.
Esto nos pasa, si somos conscientes, cuando corregimos alguna errónea actitud de
nuestros hijos, por dentro esbozamos una sonrisa, recordando que lo que hoy
reprendemos, también a nosotros se nos corrigió. El mundo es así, un círculo, es
como alguien dijo: la clonación de lo pasado, es un ciclo repetido. Alguna vez
leí esa obra de Benavides sobre la Gran Pirámide y aun con mucho respeto pienso
que mucha razón tenía el autor, cuando daba sus opiniones.
Lo cierto es que el hecho que tuvieras un desliz de juventud no implica
necesariamente que ello te descalifique para establecerte como crítico, si así
fuera nadie se erigiría como tal y todos permaneceríamos callados. Lo cierto es
que, si la vida te ha premunido de todas las condiciones para denunciar a cara
limpia lo que consideres equivocado, pues ¡hazlo!, no debes callar, ello
significaría consentir, convertirse en cómplice de los inmorales, de los
corruptos.
Mucho se está escribiendo y hablando sobre lo ocurrido en los últimos 10 años de
historia en Perú, ciertamente el corrupto siempre existió, lo que hiere es la
desfachatez con que actúan y la manera como subestiman a los demás, nos
subestiman pensando que nosotros somos incapaces de darnos cuenta de la
barbaridad que significa su conducta, lo que pasa es que el poder los
ensoberbece y los ciega a tal punto que las anula el discernimiento.
Nosotros debemos de hacer una firme decisión y es no doblegarnos ante tanto
abuso y explotación, quienes transitoriamente ocupan sillones de poder, tarde o
temprano tendrán que enfrentarse a su conciencia y allí recibirán la sentencia
que corresponde a quien delinque, sin embargo creo que la mejor arma que tiene
el pueblo es el elegir y es allí donde debemos tener mucho tacto y cuidado, no
cometer el mismo error de siempre: CONFIAR. Ellos saben perfectamente que
nuestras expectativas, esperanzas e ilusiones es la confianza que ponemos ante
su discurso, la misma cantaleta de promesas, ¿acaso no lo sabemos quienes hemos
vivido más de cincuenta años?
Tal vez el mejor legado que podemos darle a nuestros hijos es la educación y
ello conlleva también el arte de saber comunicarnos permanentemente con ellos,
impartiéndoles cada día una clase de amor, darles tareas con buenas ideas, para
que ellos a lo largo del día puedan planificar una vida mejor, que su calidad de
vida mejore y que se rompa la cadena de sometimiento.
Ayer, me encontré con una señora con dos hijas, una de 4 y la mayor de 15, su
esposo después de estar separada de ella dos años y haberse marchado con otra
mujer, pretende ahora regresar a vivir con ellos. Me pregunta qué debe hacer, en
verdad cada quien es dueño de sus actos y al mismo tiempo el autor intelectual
de los mismos, nadie puede decidir por los demás. Sin embargo tuvimos la
oportunidad de reflexionar, sobre todo lo que luego tendría que hablar con sus
hijas en algún momento y es el tema de responsabilidad y madurez.
Muchos jóvenes, señoritas y aun adultos, embarazan o se embarazan con
irresponsabilidad, decidiendo traer al mundo niños no deseados, que son los que
más tarde pagaran las consecuencias de su irresponsabilidad e inmadurez. Me
pregunto, ¿por qué a consecuencia de la búsqueda de placer ocasionamos el
nacimiento de criaturas que sufrirán desamparo, hambre y hasta enfermedades?,
¿por qué muchas mujeres tienen que arrastrar a sus trabajos tras de si a niños,
o tener que sufrir vejaciones a consecuencia de su necesidad?
Me rebela el ver a esos niños en las calles, plazas y mercados. Son los
pirañitas, los pandilleros del mañana. ¿Acaso no somos capaces de, antes de
irnos a la cama con una mujer, a veces con una niña, de reflexionar sobre este
asunto? La herencia de esas criaturas es la miseria y el estigma de ser hijos
fuera del matrimonio. Seguramente habrá alguien que defienda el concubinato o la
convivencia, habrán otros que digan que ellos son libres de hacer con su vida lo
que les plazca, bueno..., con su vida, allá ellos con su tema, pero ¿decidir por
la vida de esos niños? ¡No, no lo acepto! Esta sociedad cambiaria si
comenzáramos por la responsabilidad de procrear hijos. No podemos utilizar mal
ese don, ciertamente no hay mayor felicidad que ver crecer a nuestros hijos, de
cada día reír con ellos, verlos crecer, aprender las letras y los números, qué
pena es perderse esos gratos momentos.
La ausencia de un hogar o la desintegración del mismo es muchas veces la causa
de los desarreglos emocionales e inconducta de los infantes, quienes con el
innato deseo de crecer rodeado de sus progenitores, abrigan ilusiones; los
padres no solo deberían preocuparse en procrearlos, sino también en educarles,
amarles y promover su desarrollo integral.
Pero hoy en día vemos una enorme cantidad de madres solteras y aun menores de
edad. No es raro encontrar casos de estudiantes que están embarazadas, por sus
compañeros, en algunos casos sus profesores y lo que es peor por sus propios
familiares y aun por sus padres.
Lamentablemente la legislación está cada día cediendo mas al amparar la
informalidad, claro está, que la no diferenciación de hijos nacidos dentro o
fuera el matrimonio tiene una razón para evitar la segregación o la estigma,
ello con la aceptación del concubinato o convivencia dentro de lo legalmente
establecido, no ha hecho si no dar lugar al paralelismo en la conformación de la
Institución por excelencia de la sociedad que es la familia.
Hay otros fenómenos que promueven la desintegración velada de la familia y es el
trabajo practicado por los padres, a veces los lleva fuera del ámbito donde se
encuentra físicamente enclavado un hogar. Personalmente creo que, la mujer al
trabajar debería hacerlo con profesiones independientes, que le permitan
disponer de más tiempo para dedicarlos a sus hijos y aun a la familia en
general, la cual tiene en sus miembros también al esposo, los abuelos y a veces
sobrinos, por fallecimiento de sus padres.
Hay una errada costumbre de enviar a los hijos con los tíos, como si ellos
fueran los mejores reemplazos de los padres. La personalidad paterna o materna
es irremplazable, aun uno por el otro. Lo excelente es una madre atenta y
vigilante por la formación temprana y posterior de los hijos. Nadie puede
reemplazarla, ni la mejor ama de llaves o Institutriz.
La educación dada por una madre es inolvidable y deja una profunda huella en la
memoria, los sentimientos y emociones de una criatura. Una empleada o un
familiar cercano no tienen la misma influencia ni virtud de ejercer huella en
los secretos de la psique del infante.
Los infantes así, como necesitan ternura y protección de una madre, también
aprecian la disciplina ejercida por ella. No es lo mismo la corrección que
pudiera impartir otra persona, por más que sea un tío o una abuela.
La permanente necesidad de atesorar capitales y adquirir productos en una
sociedad consumista nos hace decir, lo que gana mi esposo no alcanza, debo
ayudar...
Muchas veces, incluso, uno y hasta los dos progenitores viajan al extranjero en
busca de mejores horizontes y a veces lo encuentran y también una nueva pareja.
El riesgo que se corre, en el afán de conseguir mejoras económicas es grande y a
veces nos hace perder de vista que es mejor la pobreza juntos que la riqueza
separados, de quienes como hijos deben recibir amor y no giros de dólares.
Otro punto es la irresponsabilidad de cómo algunos jóvenes y hasta adultos,
toman el asunto de la procreación. Tenemos la facultad de traer hijos al mundo,
pero muchas veces estos resultan no deseados y fácilmente se opta por el
abandono de las criaturas o el hacerlas crecer en el desamparo, con la
consiguiente posibilidad de que enfermen, mueran tempranamente o resulten
desadaptados sociales muy peligrosos para los demás y para sí mismos.
Muchos adultos psicológicamente enfermos de hoy, son los hijos abandonados del
ayer. Incluso repiten la historia y no rompen la cadena que los ata a una
perpetuación del problema que les dio origen a ellos mismos.
Deberíamos tener más responsabilidad con administrar nuestras vidas ya que con
ello estaremos siendo responsables de los adultos del futuro.
Qué fácil es procrear una criatura y qué difícil se hace después ser
responsables, ir al Municipio a firmar la partida y luego asumir la educación y
sostén de ellos. Sin embargo hoy vemos titulares que denuncian incluso a altas
autoridades de gobierno, que se encuentran incursos en este tipo de
irresponsabilidad. Por allí un Ministro es reiterativo en estos escándalos y
hasta el Gobernante de nuestro país está enfrascado en líos judiciales. Tienen
que someterse a pruebas de ADN, cuando la verdad es ineludible, acaso pretenden
señalar a la madre que reclama un derecho como una promiscua en su vida
personal. ¡Hasta ese extremo hemos llegado?
Jorge Paredes Romero
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