Las mayores causas de sufrimiento del ser humano son las enfermedades, muchas de ellas causadas por agentes extraños a su propia voluntad y otra parte originados en el descuido en su vida.

El año 1972, cuando a raíz de un accidente automovilístico quedé en silla de ruedas, no pensé que mi vida iba a transcurrir de la manera como va siéndolo, sin embargo han quedado atrás 40 años de existencia que me han permitido saborear muchas cosas de la vida, entre amarguras y alegrías aprendí a separar aquello que me era motivo de sufrimiento para desecharlo y lo otro que me causaba satisfacciones, atesorarlo.

Dentro de poco cumpliré 69 años de edad, esto significa que más de la mitad de esa vida he estado conviviendo con las secuelas de aquel accidente. Puedo afirmar que he vivido rodeado de grandes alegrías más que de tristezas y  ello, gracias a Dios ha sido sobre todo por mi familia, a la que amo por sobre lo imaginable. Con ellos aprendí a valorar el contenido divino del amor y la gratitud, a recordar que cada día es una nueva oportunidad para decir las palabras mágicas ¡Te amo! y las he escuchado innumerables veces en sus voces infantiles y la femenina de mi compañera, con quien comparto veintisiete años de existencia.

Pero así como he tenido esas alegrías, también tengo la puya del dolor, de algo que me acompañó por estos largos 40 años y es el dolor permanente en un cuerpo que no se cansa de vivir, que persiste en luchar contra lo que en otras circunstancias tal vez me hubiera hecho llorar. El dolor físico es tal, que a veces me acobarda, y me invita a consumir analgésicos, mas lo evito, la mayor parte de veces simplemente hago  uso de valor, mucho valor, para sobreponerme a esas sensaciones que causan desasosiego, el calor familiar y el trabajo en la red, las valiosas amistades resultan una sublime medicina para ello.

Muchos que han trajinado por hospitales tanto como yo, saben perfectamente que los médicos y las enfermeras son un bálsamo a nuestro dolor, pero hay veces que la insensibilidad u otras veces las negligencias, nos ocasionan sufrimiento innecesario y tal es el caso de aquel galeno que el año 1973 me indicó un soporte ortopédico  inadecuado, fue un Fisiatra del Hospital Rebagliatti, como también la insensibilidad de aquel otro, que incluso me expulsó de un hospital sin haberme atendido, el Dr. Rolando Pinto, del mismo hospital anterior, en épocas distintas. Son dos casos que nunca olvidaré. Los dos se dieron en un Hospital del entonces Seguro Social del Perú. Hoy ya no voy a ese nosocomio, porque se me ha asignado otro para mi atención, pero creo que no se trata de lugares ni personas, creo que es el sistema el que permite errar y descuidar la conducta, de alguien llamado a solucionar determinados problemas de salud y no, como estos casos, aumentarlos.

Una de las causas de mayor sufrimiento en las personas con discapacidad son las ulceras de cubito, sea por estar demasiado tiempo sentados en la silla de ruedas, otras por abusar de ciertas posturas estando en cama o por aparatos ortopédicos defectuosos o mal indicados, lo que ocasiona compresión ósea en masas musculares, las mismas que no reciben irrigación sanguínea por prolongado tiempo, causando con ello la muerte de tejidos. Ello nos lleva a la aparición de abscesos, heridas usuales que de no ser cuidadas y curadas a tiempo, devendrán en su profundización y consecuentemente en ulceras de cubito, que aquí en Perú llamamos “escaras”. En mi caso fue aquel aparato ortopédico inadecuado, eran soportes con apoyo isquiático, cuando debieron indicarme unos con banda pélvica, tarde fue corregido el error,  el daño ya estaba hecho.

Muy tarde descubrí la manera de evitarlas, había oído hablar de esos productos, pero en mi país no se venden y son los cojines y los colchones de agua, lo que me hubiera permitido tener mayor cuidado en mis horas de estar en la silla de ruedas o en las largas estadías en cama en estos años.

Generalmente los cojines que tenemos, son fundas rellenas de lana o espumas, las que comprimen desde fuera la masa muscular contra la pared ósea interna y ello ocasiona el surgimiento de las perniciosas ulceras de cubito o “escaras”, por falta de irrigación sanguínea a la masa muscular. Lamentablemente, estas heridas al no recibir la curación precisa y el cuidado necesario, empeoran y llegan a infectar partes óseas, es decir osteomielitis y ello me arrastró el año 2001, a una sepsis que casi me lleva a la tumba.

A raíz de ello es que perfeccioné lo que hasta allí había probado: los cojines de agua , ahora ello me permite poder sentarme, aunque no por mucho tiempo, no debo abusar; del mismo modo los colchones de agua me permiten descansar y pensar que mas tarde tendré defensa en el descanso obligado, ya que se que estaré muchísimo mas tiempo en cama.

Pero diseñar y confeccionar esos implementos me llevó a trabajos arduos, esfuerzos económicos que hoy menos mal ya superé, y me permite en la actualidad confeccionarlos, para quienes me buscan y los adquieren en mi domicilio.

He tenido que batallar duro hasta conseguir un sellado perfecto, que no tenga la mas mínima falla y resista pesos por encima de los 100 kilos, del mismo modo los colchones de agua permiten soportar pesos por encima de los 80 kilos o mas, ya que se trata muchas veces de tener compañía al lado, que no necesariamente es de la esposa, sino de los hijos que desean jugar o departir una película al lado de uno. Estos cojines y colchones los forré con telas antialérgicas y de esa manera no tengo problemas con reacciones adversas en la piel o algo parecido.

Pero quizá uno de los elementos que mas me ayudó a sobreponerme al dolor, fue la digito presión o Shiatsu y que colateralmente se aplica como Reflexología cuando es en la planta de los pies, pero ello presupone que tenga una persona que aplicar esas terapias, de manera que he ideado implementos a base de esas técnicas, trabajé en ello con la ayuda de señoritas tecnólogas, pero he desistido, ya que lamentablemente hay quienes distorsionan este trabajo. Tengo ahora las matrices para fabricar plantillas, manoplas, laminas digitopresoras, artículos que he logrado desarrollar y distribuir entre personas que los aprecian y conocen sobre sus bondades.

Aun recuerdo cuando en 1980 me dedicaba a vender estos productos, que los traía un señor desde Miami, después los vi en Lima a precios exorbitantes, hasta que he logrado producirlos a precios realmente ventajosos, casi el 20% de lo que cuestan los importados y tienen la misma calidad, sobre todo los mismos efectos al usarlos, para ello tuve que estudiar Podología y Kinesiología, pero el tiempo me premió darme la satisfacción de amparar la confección de esos productos con el apoyo profesional del estudio y la experiencia.

De manera que tanto las plantillas reflexológicas como los cojines y colchones de agua, resultan elementos que me ayudan mucho en la vida diaria y hasta aquí he sobrellevado estos siete lustros de vida, más aún con la trimoto que me ayudó mucho en mis traslados a Lima, es decir a 13 kilómetros de mi vivienda. Esta movilidad me daba independencia, autonomía y permitió realizar visitas y trámites que requerían mi presencia. Del mismo modo dispongo de un izador electrónico para silla de ruedas en casa, aparato que también diseñé y me permite subir o bajar de la segunda planta de mi casa, sin tener que recurrir a dos o tres personas que hagan ese trabajo las veces que requiero salir.

De modo que la vida compensó lo que me sucedió y hoy puedo decir que todo ha sido un largo camino de sorpresas y vivencias, que me dieron grandes lecciones de existencia y que otros podrían hacerlo igual o quizá mejor.

Para quienes deseen comunicarse conmigo pueden hacerlo por teléfono al 998562797 en Lima Perú, por correo electrónico o chat donde dispongo de audio y videocam. 

Un amigo de siempre

Jorge Paredes Romero