Mensajes a todos los peruanos

Federación de periodistas de Perú FPP

Comentarios sobre la realidad peruana
Jorge Paredes Romero Periodista y humanista peruano
     
 

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ASOCIACIÓN DE USUARIOS DE SERVICIOS PÚBLICOS, SALUD Y PREVISIÓN SOCIAL DEL PERÚ

Inscrita en la SUNARP bajo la Partida Electrónica Nº 12374807 del 30-9-2009

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Lima - Perú

Viviendo de cara al dolor

 

Noviembre del 2016 estoy camino a cumplir 74 años de edad pero el 6 de Agosto de 1972, iba de pasajero en un automóvil y ocurrió un accidente de carretera, el cual marcó mi existencia de forma determinante. Estaba a punto de cumplir 29 años,  a raíz de ello quedé parapléjico, con una lesión medular que comprometía en gran manera mi sistema locomotor y sensibilidad, en ese entonces cursaba el 4to año de Psicología en la “Universidad Nacional de San Agustín” en Arequipa. Me consideraba un alumno promedio y hasta allí había trabajado como obrero en una empresa textil, profesor de matemáticas en una escuela, tramitador en una agencia de aduanas, planillero-pagador y kardixta de almacenes en una pesquera, labores administrativas en una importadora arequipeña, pianista en diversas orquestas, pero lo que más me enorgullecía era haber fundado un semanario, aunque de corta duración en mi terruño: Mollendo y haber escrito un ensayo psico-sociológico mientras estudiaba en la universidad en 1971: "La casa del jabonero", ocasión en la que presenté un Proyecto de Reforma carcelaria en el país, lo que ameritó formar una Comisión a nivel ministerial que trabajó en el tema. 

 

 

 

Como músico he intervenido en varios festivales, habiendo obtenido lugares destacados, compuse el himno a la GUE “Daniel Becerra Ocampo” de Ilo y de otras instituciones en Perú y mis estudios abarcan conocimientos de electrónica, electricidad y manualidades. Estuve alrededor de un año como comando en el ejército peruano. El año 1970 con Ruth tuvimos una hija cuyo nombre es Patricia Rosemary, nació el 11 de Septiembre de 1970, es casada tiene hijos y  nos hemos encontrado varias veces. Con todas esas vivencias, llegó el aciago día del accidente, el 6 de Agosto de 1972, en que tuve que enfrentarme a una serie de operaciones tanto en Arequipa como en Lima, las cuales no consiguieron devolverme a la normalidad, si esta existe. 

Estuve hospitalizado desde el 6 de Agosto de 1972 hasta el 30 de Octubre de 1973, me realizaron una serie de operaciones, recuerdo tres a la columna y una plastía en la región sacra. Me indicaron por entonces un aparato ortopédico, soportes con apoyo isquiático, fue un error usarlos, aunque con ellos logré bipedestar por un tiempo, pero lamentablemente ese apoyo isquiático provocó un absceso a nivel del isquion derecho, lo que motivó una serie de injertos en esa zona, que lamentablemente quedó lesionada de por vida, lo que no permitía que use los soportes, de modo que tenía que permanecer mas tiempo en cama o en silla de ruedas, lo correcto hubiera sido soportes con banda pélvica, pero ya era tarde. Es en los años setenta cuando me sucede algo realmente misterioso, llega alguien a mi vida y logra impedir mi muerte, es algo que lo tengo guardado en lo más íntimo de mi ser, pero significó mucho en mi vida y se que todo fue maravilloso y lo seguirá siendo mientras lo recuerde, ya que esa maravillosa dama permitió que mi vida creciera aún más.

Fueron años que dediqué al estudio y meditación, alternaba entre cursos universitarios de psicología y educación, técnicos en podología y kinesiología, conocer más de electrónica, práctica de música y estudio de la Biblia. Durante siete años alterné entre el estudio y la confección de antenas de radio y televisión, con la ayuda de mi madre Paula y mis hermanos menores, quienes aún estudiaban en la escuela. No fue fácil, significó renunciar a muchas cosas, pero acepté una nueva forma de vida, cuidar mis alimentos, bebidas y cultivar ciertas amistades que lógicamente iban de acuerdo a mi realidad psico física, sin que ello me aleje de una sana convivencia con lo social y cultural a mi rededor. 

Dediqué ocho años a la prédica del evangelio con la ayuda del talento musical de otros amigos, fundé un grupo musical llamado “Grupo Génesis” y viajamos por diversas provincias como Chancay, Ica, Chincha y casi todo Lima, cuando estábamos a punto de viajar a Piura y Arequipa surgió un malestar que me llevó nuevamente al hospital, lugar frecuentemente visitado por mi por diversas dolencias, como litiasis vesical y plastías. Logré hacerme conocido como músico, fabricante de antenas y manualidades, pero algo interno me exigía hacer mucho más. Compuse muchas canciones cristianas, las cuales se encuentran en red, también música secular y escolar, las pueden escuchar desde mi página Web: clic 

En agosto de 1980 abandono el hogar materno y me independizo de manera osada, siempre tuve el apoyo de Papá Guillermo, pero esta vez me propuse emprender una lucha frontal con la vida, hasta aquí habían sucedido una serie de eventos que resultaron extraordinarios. Por primera vez en mi vida, luego del accidente en agosto de 1972 pude estar con mis padres biológicos, papá Guillermo y mamá Paula, antes no había tenido oportunidad de vivir con ellos, fui criado por Juan y Chepa en la ciudad de Mollendo, hasta el día del accidente, antes de ellos mis padrinos Máximo Flores y Alicia Barrón en Arequipa. Por los años 70, intervine en un festival de música criolla en Lima con Neda Huambachano con el valz "Dulce queja", luego en otro por el día de la madre, y en un festival OTI con Dino Cabello y Percy Arana, pero la vida me tenía preparada una serie de sorpresas más, mas adelante conocí a Angélica Altamirano y el pianista peruano Víctor Merino.

En Lima el año 1973 llegué a conocer a mis ocho hermanos por parte de madre, Leonor, Alejandro, Jorge Néstor, Roberto, Elizabeth, Carlos y Jesús, de todos ellos Eduardo, Alejandro y Roberto han fallecido muy jóvenes. Llegué a conocer a tía Carmen, Victoria y Felícia, primos, primas y sobrinos. Todos ellos dieron motivaciones a mi vida, de diversas formas, me ayudaron en su momento, para enfrentarme a la vida con más valor y esa motivación permitió asumir los retos con más significado. 

     
 

El año 1969 yo estudiaba en la Universidad San Agustín de Arequipa la carrera de Psicología, por entonces sostenía mis estudios como músico y me tocó viajar a la ciudad de Moquegua por varios meses, para trabajar en un restaurante de dicha ciudad, por ello tuve que buscar vivienda para toda la semana vivir allí y los domingos retornar a Arequipa para todo el día lunes asistir a la Universidad a dar exámenes, presentar trabajos, etc., y en la tarde retornar a Moquegua para en la noche trabajar.

En la casa donde vivía constaba de varias habitaciones y departamentos, yo vivía en uno de ellos, y en ciertas mañanas venía una señora enfermera a visitar a una vecina y algunas veces me acercaba al único grifo de agua de la casa en donde a veces encontraba a dicha señora Carmen he conversado con ella y otras veces ella refiere haberme visto tocar piano en el restaurante moqueguano donde trabajaba, pero jamás conversamos sobre apellidos ni familiares, resultó que era Carmen Romero Pinto hermana de mi madre afincada en Moquegua, la llegué a reconocer años mas tarde cuando viajaba ella a Lima a visitar a mi madre y allí recordamos los encuentros.

En Arequipa existe el mercado San Camilo, allí en la fachada hay una plazuela donde los músicos arequipeños se reúnen todos los días de la semana para contactar y ser contratados por diversos directores y contratistas para formar grupos musicales y trabajar los fines de semana u otras fechas animando fiestas, en los años 60 a 70 acostumbraba yo ir a esa plazuela. Justo en la puerta principal había una señora que vendía fruta en una canasta, todos los días la veíamos le conocíamos como la Sra. Victoria, bromeábamos, con ella, comprábamos fruta y así transcurrían los días

El año 1973, ya después de aquel accidente mi mamá a quien recién ese año conocí en el mes de febrero 1973, tenía yo entonces 30 años y estaba internado en el Hospital San Juan de Dios del Callao, el mes de octubre me llevaron a su casa en el distrito de Comas, allí estuve varios años, siete con mis hermanos y mi madre. Un día mi mamá me cuenta de una señora Victoria que vendía fruta en el mercado San Camilo de Arequipa y en medio del relato llegamos a la conclusión que esa señora con quien bromeaba durante años era su hermana, es decir mi tía Victoria Romero Pinto a quien nunca pregunté su apellido ni ella se imaginaba yo era hijo de su hermana a quien no conocía y he buscado otras veces.

Nunca tuve información sobre las hermanas de mi madre no imaginé que podría encontrar alguien emparentado con ella y menos haberlas tenido tan cerca cuando yo entonces estaba sano, quizá todo esto se hubiera evitado, pero la vida es y ha sido así.

 
     

Mi padre falleció el 30 de Noviembre de 1980, permanecí algo así de medio año en una especie de letargo, en ese tiempo muchas ideas se agolpaban a mi mente hasta que a mediados de 1981 asumo que debo seguir viviendo y hacerlo con  más empeño y toma de decisiones para un futuro de necesidades, es así que me traslado a Lima y culmino mis estudios de Psicología como también los de Podología y Kinesiología, lo cual me permite proyectarme a la sociedad. Aún no existía la Internet en Perú, ni la facilidad de la informática. La Internet aparece aproximadamente en 1992 pero las computadoras ya hacían presencia desde años antes, aunque con la limitación del DOS; las ventajas del Microsoft, Windows y el mouse aparecieron mucho después. 

Tomé contacto con una computadora APPLE en 1996, posteriormente con una ensamblada y con sistema operativo DOS, fue recién el 2000 en que pude adquirir una computadora Pentium II y Windows 98 y el 2002 con la que, después de aprender su manejo de manera autodidacta, específicamente el 15 de Enero del 2002, subí mi primera pagina Web: Mollendo a partir de allí empecé a escribir mucho en red.

 

Pero, volvamos a los inicios, en los que tuve que enfrentarme a la nueva realidad psicofísica, con una paraplejia espástica que no me permitió caminar, ni estar en pie hasta hoy, lamentablemente estoy mayormente en cama. Por una serie de secuelas fui perdiendo el fémur derecho y la posibilidad de bipedestar, aunque presiento que quizá pronto pueda idear algo para hacerlo. Es el no caminar y no poder pararme lo que más me dolió estos años, mayormente tuve que vivir en pisos superiores y la necesidad me hizo idear un izador para silla de ruedas, el mismo que funciona a corriente alterna o doméstica. Aprendí nuevas rutinas para poder controlar esfínteres y los tuve que solucionar, creo en todos estos 44 años de convivencia con la paraplejia no haber sufrido mucho con ese aspecto de la vida. Mas los dolores posicionales si hacen estragos y tengo que estar movilizándome en cama cada cierto tiempo, estoy mayormente en cubito ventral, lateralizándome de vez en cuando y cubito dorsal, para vencer el cansancio. Aunque ahora se ha sumado el dolor neuropático que si es una tortura pero la contrarresto con inyectables y capsulas que me da EsSalud.

 

El año 1985 asumí la necesidad de compartir mi vida con Katty, la fiel compañera que me acompaña ya 31 años, justo en Mayo los cumplimos y disfrutar de la alegría de dos jóvenes hijos: hoy en el 2016, José de 23 años y Jorge de 19, ambos  crecen en medio del estudio el trabajo y sus riñas, las cuales comprendemos son parte de su desarrollo. José está trabajando y Jorge culminando su educación técnica en Senati, están saludables y tienen una inteligencia promedio, de modo que por allí van muy bien. Amantes del deporte, ciclismo y el ajedrez, distribuyen su tiempo de ocio entre los juegos en red y la televisión. Hemos construido una pequeña casa que alberga a la familia y tenemos una pequeña mascota gatuna cuyo nombre es “Leo”, están intentando sacarle algunos sonidos al teclado, ensayan algo de pintura, pero mas les inclina el deporte y la natación, José tiene conocimientos de Internet y pudo subir su propia pagina Web. 

La última operación fue de un divertículo uretro escrotal, la cual se realizó el 2 de Abril 2008 y fue evaluada el 28 de Abril, de modo que de aquí en adelante tendré que enfrentar una nueva forma de vida. Los compañeros adicionales que he tenido en mi vida son el dolor y la impotencia de no poder realizar ciertas cosas, pero entre leer y escribir voy repartiendo el tiempo para dejar de pensar en estos dolores, que de no tener ocupaciones de seguro me tendrían en mala situación, muy deprimido y quizá desesperado. He aprendido a vivir el presente, hacerlo confortable y dejar que el día de mañana traiga sus propios afanes, sin embargo siempre tengo lapsos de tiempo que me absorben los pensamientos y eso hace sufrir, de modo que busco inmediatamente la forma de ahuyentarlos, pero es inevitable que se hagan presentes, especialmente en las horas que no puedo conciliar el sueño. 

Para ello procuro estar bien cansado y tener sueño, pero después de estar en hospitales, la rutina cambia, allí uno tiene que despertar a las 5 de la mañana para los primeros controles de temperatura, presión y pulso, luego la diuresis y el aseo personal para de pronto iniciar los tratamientos de cada día, a las 8 el desayuno, a las 12 el almuerzo y a las 17.00 la cena, mientras siguen los tratamientos a lo largo del día, todo ello cambia la rutina al volver a casa y siguen los tratamientos hasta el día en que pueda nuevamente levantarme para los pocos espacios de tiempo dedicados al aseo y a las comidas en familia, únicos momentos que disfruto de otra posición, que es no estar en forma horizontal en cama. Lo que más me alegró en el hospital es las oportunidades que tuve de proyectarme a los demás, fue maravilloso compartir, animar y consolar, de ello me quedan grandes lecciones de vida. 

Tengo buenos amigos con quienes frecuentemente converso por teléfono y conversa largos minutos, por ejemplo Nacho, lo cual resulta verdaderamente motivador y tonificante, también Andrés Mendoza, médico cirujano, quien me operó el año 2005. Hace años tuve una amiga con quien tenemos videoconferencias desde Jerusalén, me refiero a Pascale y su familia, aunque ellos son armenios pero residen en Israel desde hace muchos años, Rolando Sevillano, quien me visita con frecuencia en casa y Sor María, una religiosa canadiense que radicó en Perú desde 1967 hasta el año 2000 en que retornó a Quebec, Canada, tiempo que ella valerosa y valiosamente ha dedicado a la niñez y la educación en el distrito de Comas.  

Puedo contar con amigos, tengo muchos más lógicamente pero sería largo enumerarlos a todos, gente que me escribe desde muchos países, que incluso me vinieron a visitar a casa, por ejemplo desde lejanos países como Japón, una abogada a quien ayudamos en un trámite en defensa de una niña peruana, dos hermanas desde Suiza a quienes ayudamos en sus trabajos universitarios, de EE.UU., Orlando Cordero-Guerra, quien merece un espacio aparte un peruano en EE. UU. ahora en Alaska. 

Así es, Orlando es un amigo que toma contacto conmigo en Mayo del 2005, él había leído algunos de mis trabajos en red y deseaba apoyarme en publicarlos en una revista o pagina rentada, para ello me pide contratar los servicios de hosting y domain de una pagina que ahora se llama SOCIEDAD LATINA y me pone frente a la dirección de esta revista virtual, empiezo a contactar con escritores y estudiantes de periodismo y hoy ya cumplimos con el número 592, es decir 592 semanas que permanece en red esta revista, la misma que esperamos sea un proyecto que en su momento se concrete en una revista física y siga teniendo el apoyo y colaboración de diversas fuentes, escritores y periodistas latinos como hasta hoy. Gracias a Orlando entonces esto se hizo realidad, él nos escribe con frecuencia o nos llama por teléfono para animarnos en este proyecto y en nuestra vida personal.  

Gracias a todos estos amigos, a mi compañera, la familia y mis hijos, he logrado sobrevivir estos 44 años a un accidente que quizá sin la ayuda de estas personas hubiese acabado conmigo ya hace rato, todo ello unido a la crianza que recibí de Juan y Chepa, a la educación recibida, aparte de algún conocimiento de Ingles, música y electrónica, han permitido formarme un adecuado carácter, y aunque algunos momentos ha tenido altibajos, me permite resistir el dolor, hacer frente a las secuelas de la paraplejia, proyectarme a la vida y poder ayudar a otras personas en este aspecto o quizá en otros casos insospechados.  

En red me comunico con personas recién accidentadas y les animo a no rendirse frente a la adversidad, he conocido parejas de esposos con problemas que pudieron resolver, a estudiantes deseosos de una orientación, jóvenes desorientados en busca de metas y proyectos de vida, a señoritas que se desanimaron por cosas de la vida, en fin, mucha gente que pudieron encontrar en mi experiencia una razón para encumbrarse sobre sus problemas y reemprender su camino hacia loables propósitos. 

Dentro de poco quizá diseñe un mueble para poder abandonar por espacios de tiempo la posición horizontal de la cama, hace tiempo ya diseñé los cojines y colchones de agua antiescaras , persisto en vivir, sobre todo para servir de soporte a mi familia, para demostrarme a mi mismo que vale la pena cada día de vida, que cada 24 horas que Dios me concede son para vivirlos a plenitud. La fe es algo que juega un rol importante, es el motor de toda nuestra existencia, sin ella nuestros propósitos serían inútiles, la fe mueve voluntades y motiva la existencia de todos, aun de aquel que cree que todo está perdido, en el ultimo instante nos puede hacer reflexionar y desistir de algo que pueda nublar nuestra conciencia. Me sucedió a mi, cuando la desesperación ensombrecía mi espíritu y me empujaba a soluciones desesperadas, pero la fe me constreñía a reconsiderar mis conductas, derramaba lágrimas y en medio del dolor, la desesperanza y la insensibilidad de la sociedad y el sistema, me erguía con nuevas fuerzas para seguir viviendo. 

Siempre hubo una voz amiga cerca, Nacho, Andrés, Orlando y Katty me infundían valor y me refugiaba en la oración y hacía de lado dolores, pesares y tristezas, para enfrentar una nueva etapa de medicinas, terapias y cirugía, creo que valió la pena, se que ahora me esperan nuevas etapas, las emprenderé, quizá en medio del camino decaiga, pero el aliento de quienes me aman, la mirada de mis hijos, me impulsarán a seguir, el dolor será menos y la esperanza será más. 

En el hospital recibía muchas visitas de estudiantes de enfermería, odontología y hasta personal que me escuchaba y eso me daba fuerzas, saber que desde el lecho de enfermo podía ser útil a los demás, otro día vino un amigo médico con sus alumnos de la facultad de medicina y me permitió dirigirles unas palabras, todo ello me llenaba de satisfacciones y aumentaba la autoestima, permitía darme fuerzas para enfrentarme al momento crítico de la cirugía y a los posteriores,  del proceso en mi nueva forma de vida, es parte de lo que me tocó vivir y lo que muchas personas con paraplejia deberían conocer, para saber llevar una mejor forma de existencia en los años que les toque vivir.  

Recuerdo los tiempos de hospitalización, de noche me refugiaba en la oración, siempre fue mi baluarte, ello me permitía dormir y despertar a un nuevo día con la esperanza de resistir esos días. Para muchos podrá ser fácil, tiempos cortos, para mi fueron una eternidad, y cuando pregunto a Katty para ella qué significaron, me dijo lo mismo, le parecieron años. Y es que cada noche era interminable, en medio de los pasos del personal, los lamentos de alguien que se quejaba, el ulular de la sirena de las ambulancias que llegaban a emergencia, el calor sofocante de una cama de base plástica y de permanente postración. Tenía una válvula de escape, un lavatorio cercano que me permitía coger un paño, mojarlo y pasarme por el rostro, ello me aligeraba el sufrimiento, pero después de la operación perdí acceso a ese lugar, fui a otro rincón donde de día me sofocaban los rayos solares y de noche el penetrante frío de madrugada.  

Cuando volví a esa sala, una enfermera le pidió por favor al paciente que se encontraba al lado del agua que me cediera el lugar, él podía levantarse cada día, caminar, pero caprichosamente se negó a conceder tal oportunidad, no cedió y hasta el último día se sintió triunfante en ese espacio que para mi hubiera significado la diferencia entre el sufrimiento y la dicha de refrescarme, pero el plazo se cumplió y regresé a casa, ahora espero las nuevas instrucciones para proseguir con mi tratamiento, se que es un proceso, pero mantendré la calma y seguiré con fe y valor. 

Solo me queda agradecer a quienes permitieron aligerar la carga de todos estos momentos, desde el Dr. Carlos Molina, urólogo que realizó la operación, como al personal paramédico del 3er. Piso E del Hospital Almenara, hay muchos nombres, pero todos permitieron que mi estadía sea menos incómoda, aunque siempre tuve que lidiar con lo insuperable, pero fue parte de lo que corresponde a toda hospitalización. Me preparo a seguir viviendo y luchando con lo que tiene que ser, en el camino de una persona que aprendió a vivir de cara al dolor, no estoy solo, Dios, mi familia y mis amigos me acompañan en esta decisión, ya que al otro lado está un sistema que muchas veces nos hace más difícil la existencia, ojala pudiera remediarse esto… 

Jorge Paredes Romero

 

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